ADS. Tras ser autorizado por el Papa Francisco, el 8 de abril el Vaticano hizo pública la Declaración Dignitas infinita sobre la dignidad humana, un documento dirigido no sólo a los fieles de la Iglesia católica, que señala algunas violaciones graves de la dignidad humana y de los derechos humanos aceptados desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948.
El documento del Vaticano, de carácter bioético, social y evangélico, pone de manifiesto graves vulneraciones actuales de los derechos humanos que se producen a menudo por la confusión terminológica predominante en torno a los conceptos de dignidad humana y de dignidad personal, que la Declaración distingue, pues no es lo mismo la acepción universal y colectiva de humanidad y dignidad humana que las preferencias personales del individuo en cada momento o ante distintas circunstancias de la vida.
El texto reitera principios y valores universales desde el principio de la cristiandad en el que la sacralidad de la vida y la protección del vulnerable son nucleares no sólo en el Evangelio, sino para la justicia y el buen orden social y civil, en el contexto y con alusiones a la Declaración Universal de Derechos Humanos y los valores que proclama.
En su apartado 4 (punto 34), desgrana “algunas violaciones graves de la dignidad humana” debido a su actualidad y dimensión social, que no pueden tener justificación moral, política o legislativa:
– “Se opone a la dignidad humana cuanto atenta contra la vida –homicidios de cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado-“.
Al aborto dedica su epígrafe 47, en el que señala la confusión que crea la utilización del término interrupción del embarazo, señalando que la defensa de la vida por nacer está ligada a la defensa de cualquier derecho humano.
Consecuencia de la protección de la vida desde la concepción es el rechazo de los vientres de alquiler (epígrafe 48), pues el “niño, inmensamente digno, se convierte en un sujeto”. El Papa Francisco dice que es deplorable y ofende gravemente a la dignidad de la mujer: “Un hijo es un don, nunca el objeto de un contrato”.
En su epígrafe 51, sobre la eutanasia y el suicidio asistido, dice que “debemos acompañar a la muerte, pero no provocarla o ayudar cualquier forma de suicidio (…). (…) Se debe privilegiar siempre el derecho al cuidado (…), para que los más débiles, en particular los ancianos y los enfermos, nunca sean descartados. La vida es un derecho, no la muerte, que debe ser acogida, no suministrada. Y este principio ético concierne a todos, no solo a los cristianos o a los creyentes”.
Rechaza el descarte de las personas con discapacidad (epígrafe 53) y considera, como el Papa Francisco, que la teoría del género es “extremadamente peligrosa” en su concepto y aplicación actual.
Sobre las operaciones de cambio de sexo, por regla general, corren “el riesgo de atentar contra la dignidad única que la persona ha recibido desde el momento de la concepción. Esto no significa que se excluya la posibilidad que una persona afectada por anomalías genitales, que ya son evidentes al nacer o que se desarrollan posteriormente, pueda optar por recibir asistencia médica con el objetivo de resolver esas anomalías. En este caso, la operación no constituiría un cambio de sexo en el sentido que aquí se entiende”.
Ver texto íntegro de este documento en este enlace:
https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2024/04/08/080424c.pdf
Otros enlaces de interés:
Reflexiones a partir de la inclusión del aborto como un ‘derecho’ de la mujer en la Constitución francesa en marzo de 2024. Por Antonio Piga Rivero.
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